Lo que a plena luz del día es un paraíso verde para correr, hacer yoga o pasear en bicicleta, por la noche se transforma en un mundo paralelo. Bajo los árboles, entre los arbustos y en rincones estratégicos del Parque Metropolitano La Sabana, se mueve una red silenciosa de encuentros sexuales anónimos conocida como cruising.
Esta práctica —lejos de ser nueva— ha ganado fuerza gracias a la conectividad, la discreción y el morbo. Aplicaciones como Grindr, perfiles anónimos en Twitter, e incluso sitios especializados como CruisingMap.com convierten este fenómeno en algo planificado, sistemático y cada vez más normalizado dentro de ciertos círculos.
Más allá de La Sabana: Mapa caliente del cruising tico
La Sabana no está sola. Noticiasreccr.com investigó otras zonas en Costa Rica donde esta actividad se da con frecuencia. Entre las más mencionadas por usuarios y fuentes anónimas están:
- Parque de la Paz (San José): Secciones boscosas al fondo del parque, poco iluminadas.
- Zona de Playa Guacalillo: Especialmente de noche o en madrugadas.
- Antiguo Invu de Tibás: Cerca de baños y zonas verdes, a escondidas.
- Universidades públicas (zonas periféricas): UCR y UNA han tenido reportes sobre áreas “discretas” donde ocurren encuentros.
Cruising sin censura: testimonios desde las sombras
Testimonio 1 – Mujer deportista (47 años):
Me encontré con dos hombres desnudos detrás de unos arbustos en una ruta donde solía correr en las noches. Nunca más regresé a esa zona sola. Me dio miedo, me sentí vulnerable.”
Testimonio 2 – Estudiante universitario (22 años):
En mi barrio, cerca de La Sabana, se rumora mucho. La gente se cuida, pero también hay incomodidad. A veces, se sienten perseguidos por la policía; otras veces, parecen tener vía libre.”
Testimonio 3 – Guardia privado de un condominio cercano:
Uno se acostumbra a ver carros que llegan, se estacionan, apagan luces. A los 15 minutos salen dos personas de arbustos. A veces vuelven al mismo carro. Es constante.”
Miguel (nombre ficticio), 34 años, participante habitual del cruising:*
No somos delincuentes, pero sí jugamos con el riesgo. El anonimato y el peligro son parte del atractivo. Algunos solo buscan ese instante de adrenalina. Hay códigos, respeto, pero sí, sabemos que estamos al filo.”
Relato desde la noche: Crónicas de un policía entre la oscuridad y el deseo
Yo soy oficial de la Fuerza Pública desde hace 11 años. Patrullar La Sabana después de las 9:00 p.m. es una experiencia que muchos no entienden, ni quieren enfrentar. Las linternas revelan más que delincuentes: a veces, cuerpos entrelazados, ropa en el suelo, miradas que suplican que no los delates.
Lo que me da miedo no es solo lo que se ve, sino lo que no se puede controlar. Hemos tenido denuncias de robos, incluso agresiones, en medio de esos encuentros. Pero también, hay silencio. Muchos compañeros prefieren ignorar lo que saben. Dicen: ‘No te metas, eso no es lo nuestro’. Hay una especie de acuerdo tácito: mientras no molesten, se hace la vista gorda.”
Una noche vi algo que no puedo olvidar: un muchacho de no más de 20 años, temblando, llorando. Estaba solo, decía que venía por ‘curiosidad’. Le habían robado todo. ¿Y sabés qué es lo peor? Que no quiso denunciar. Solo me pidió que no le dijera a nadie.”
El dilema moral (y legal)
La Fuerza Pública ha realizado varios operativos en el pasado, y aunque algunos terminan en citaciones por “exhibicionismo”, muchos casos ni siquiera llegan a registrarse. Organizaciones LGBT+ han pedido que no se criminalice la sexualidad de forma injusta, pero vecinos y familias usuarias del parque siguen exigiendo mayor vigilancia, iluminación y hasta cámaras.
La línea es delgada: ¿es esto una expresión de libertad sexual o una apropiación indebida del espacio público? ¿Debe intervenir la ley con mano dura o la sociedad con más diálogo y educación?
¿Qué opinás vos?
¿Estamos listos para hablar abiertamente del cruising o seguiremos escondiéndolo bajo la alfombra?